LA ETICA EN LA EDUCACION DE VENEZUELA
La ética
está vinculada a la moral y establece lo que es bueno, malo, permitido o deseado respecto a una acción o
una decisión. El concepto proviene del griego ethikos, que significa “carácter”. Puede
definirse a la ética como la ciencia del comportamiento moral, ya que estudia y determina cómo deben actuar los
integrantes de una sociedad.
Un código,
por su parte, es una combinación de signos que tiene un determinado valor dentro de un sistema establecido. En el derecho, se conoce como código al conjunto de normas que regulan una materia
determinada.
Un código de ética, por lo
tanto, fija normas que regulan los comportamientos de las personas dentro de una empresa u organización. Aunque la ética no es coactiva (no impone castigos legales), el código de
ética supone una normativa interna de cumplimiento obligatorio. No divulgar información confidencial, no discriminar a los
clientes o los compañeros de trabajo por motivos de raza, nacionalidad o
religión y no aceptar sobornos, por ejemplo, son algunos de los postulados que
suelen estar incluidos en los códigos de ética.
Las
normas mencionadas en los códigos de ética pueden estar vinculadas con las
normas legales (por ejemplo, discriminar es un delito penado por la ley). El
principal objetivo de estos códigos es mantener
una línea de comportamiento uniforme entre todos los
integrantes de una empresa. Al incluir instrucciones por escrito, no resulta
necesario que un directivo explique a cada momento cuáles son las obligaciones
que tiene un empleado. Por otra parte, aquellas personas que redactan el código
de ética se encuentran en una posición
jerárquica sobre el resto, ya que están en condiciones de
estipular cuáles son las conductas correctas desde un punto de vista moral.
El ámbito educativo constituye el espacio en el cual los seres humanos pueden responsabilizarse, comunicativamente, por la creación, gestión y aplicación valiosa del conocimiento. En este ámbito es donde, en la convergencia de múltiples actores sociales dispuestos a establecer acuerdos y llevarlos a la práctica, una sociedad puede conocer y conocerse así misma de modo crítico, valorar sus potencialidades, superar sus debilidades, cultivar sus capacidades y afirmar un proyecto de vida en común. Dicho proyecto, amplio, tolerante y plural, se constituye en una plataforma para construir y perfeccionar instituciones justas, a través de la formación de excelentes profesionales, ciudadanos comprometidos (Esteban Bara, F. 2004) y personas que se corresponsabilizan por la vida en todas sus dimensiones. En todos los niveles educativos y, en especial, en la Universidad, la responsabilidad es la de avanzar hacia la excelencia. Ello implica el avance significativo en la reflexión crítica sobre los fines para los cuales educar, en la determinación concertada de las estrategias adecuadas para alcanzar tales fines y en el desarrollo de acciones eficaces para su progresiva realización. La excelencia, como virtud, pertenece a la dimensión ética de la conducta humana, y abarca reflexión, estrategia y acción para la vida digna. Ella alcanza una importancia creciente en la actualidad dentro del campo educativo. Excelencia que significa trabajar por el mas alto nivel en los siguientes campos: Información actualizada y consolidada, conocimiento valido, legitimo y eficaz para la resolución de problemas, saber abierto, comprensivo e integrador, sabiduría capaz de elevar todos y cada uno de los niveles anteriores al pensamiento y realización de la vida buena (V. Martin, 2005). Educar no solo para conocer, sino principalmente para pensar. Pensar comunicativamente las finalidades de la acción humana y las mediaciones a través de las cuales se busca alcanzarlas.
Ética de la Responsabilidad: Desde una ética de la responsabilidad y una ética de las capacidades se articula el papel central de Universidad en la construcción de un tejido de valores compartidos y comunes. En ese marco, la Universidad en su conjunto -desde su alta gerencia hasta los investigadores, docentes, estudiantes y personal- puede capacitarse para avanzar al menos en tres niveles: En primer termino, superar la responsividad, como acción de únicamente responder a la obligación legal de vincularse con las necesidades de la sociedad; Desarrollar la responsabilidad, entendida como hacerse cargo de sus capacidades especificas para aportar soluciones a la vida social; y promover la responsabilización, en tanto capacidad, ejercida anticipadamente y de modo voluntario y acordado con los actores sociales, de rendir cuenta de su actuación y de las posibilidades de una vida mas humana.
Una acción educativa fundada en la responsabilidad ética puede hacer de la Universidad un lugar especial para promover el paso de una sociedad del conocimiento, fundada en el poder, el dominio y la eficacia, a una sociedad del saber, que oriente el conocimiento y la eficacia hacia el desarrollo de estrategias de inclusión, comprensión y equilibrio. De este modo el saber orienta la convivencia como régimen propio de la vida de las sociedades: Convivencia Intercultural, interétnica, interreligiosa y entre ideologías diferentes, para una sociedad plural y democrática. En medio de una realidad conflictiva, siempre es posible impulsar una educación centrada en los valores del respeto, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, para la construcción de una trama valorativa común que, sin reducirse a la supervivencia o a la coexistencia en cuanto niveles mínimos de socialidad, permita la convivencia en la diversidad (Cortina, 2005).
Ética y Convivencia: La construcción de convivencia es una tarea que se nutre de todos los niveles de la existencia humana, desde la corporeidad y la emocionalidad hasta la racionalidad y la espiritualidad. Sin ignorar la complejidad de dimensiones, la ética profundiza en el campo de la racionalidad, dentro del cual aspira a convertirse en el saber que guíe la acción humana. Para que los seres humanos actúen convergentemente de modo racional, es necesario que se preparen a través de una adecuada formación para formular, jerarquizar y ordenar de modo inteligente los valores, metas y objetivos que persigan en sus actuaciones a nivel personal, organizacional y social.
Las organizaciones en las que los seres humanos articulan su actuación para realizar tales valores y metas pueden construir un diseño inteligente que les permita realizar los bienes humanos comunes a través de las mediaciones del conocimiento, la política, la economía (A. Gómez Lobo, 2006). Tales bienes comunes abracan todos los equilibrios necesarios para la vida, desde la ecología hasta la intercultura, pasando por el acceso a los bienes mínimos, a la educación, a la salud y al respeto de los derechos humanos. Tales bienes comunes se articulan, a través de la ciudadanía social y la práctica de la solidaridad, en "el mosaico del bien común" (R. Petrella, 1997), que puede ser abordado en la educación en su doble dimensión de derecho para todos y respeto al contenido concreto para cada uno.
Entonces, con la mirada puesta en la realización de los bienes comunes que apuntan al bien común, las organizaciones educativas pueden desarrollar un proceso de construcción de eticidad, entendido como elaboración progresiva y convergente de un tejido de valores compartidos, por parte de un conjunto de actores intra y extra organizacionales, capaces de orientar el desarrollo de un proyecto de vida (organizacional y social) fundado en la decisión ética de construir valores comunes que apunten a un futuro valioso. Este proceso puede ser permanente en la organización, puesto que sostiene su supervivencia, en el sentido positivo de continuidad de la existencia, ayuda a construir la vida y avanza hacia la vida buena en interacción con el entorno social y ambiental.
En la construcción de eticidad la organización educativa está llamada a revisar y fortalecer, hacia adentro, los valores que se encuentran en su plataforma ética: -misión, visión, valores, código de ética- . De igual modo ella irradia, hacia fuera, -sociedad, entorno, ambiente-, sus convicciones y valores propuestos, se retroalimenta a través de canales de comunicación siempre abiertos y despliega, a través de iniciativas concretas, la invitación a compartir tales valores, a enriquecerlos, a aprender de la diferencia y a buscar la convergencia de perspectivas diversas.
El ámbito educativo constituye el espacio en el cual los seres humanos pueden responsabilizarse, comunicativamente, por la creación, gestión y aplicación valiosa del conocimiento. En este ámbito es donde, en la convergencia de múltiples actores sociales dispuestos a establecer acuerdos y llevarlos a la práctica, una sociedad puede conocer y conocerse así misma de modo crítico, valorar sus potencialidades, superar sus debilidades, cultivar sus capacidades y afirmar un proyecto de vida en común. Dicho proyecto, amplio, tolerante y plural, se constituye en una plataforma para construir y perfeccionar instituciones justas, a través de la formación de excelentes profesionales, ciudadanos comprometidos (Esteban Bara, F. 2004) y personas que se corresponsabilizan por la vida en todas sus dimensiones. En todos los niveles educativos y, en especial, en la Universidad, la responsabilidad es la de avanzar hacia la excelencia. Ello implica el avance significativo en la reflexión crítica sobre los fines para los cuales educar, en la determinación concertada de las estrategias adecuadas para alcanzar tales fines y en el desarrollo de acciones eficaces para su progresiva realización. La excelencia, como virtud, pertenece a la dimensión ética de la conducta humana, y abarca reflexión, estrategia y acción para la vida digna. Ella alcanza una importancia creciente en la actualidad dentro del campo educativo. Excelencia que significa trabajar por el mas alto nivel en los siguientes campos: Información actualizada y consolidada, conocimiento valido, legitimo y eficaz para la resolución de problemas, saber abierto, comprensivo e integrador, sabiduría capaz de elevar todos y cada uno de los niveles anteriores al pensamiento y realización de la vida buena (V. Martin, 2005). Educar no solo para conocer, sino principalmente para pensar. Pensar comunicativamente las finalidades de la acción humana y las mediaciones a través de las cuales se busca alcanzarlas.
Ética de la Responsabilidad: Desde una ética de la responsabilidad y una ética de las capacidades se articula el papel central de Universidad en la construcción de un tejido de valores compartidos y comunes. En ese marco, la Universidad en su conjunto -desde su alta gerencia hasta los investigadores, docentes, estudiantes y personal- puede capacitarse para avanzar al menos en tres niveles: En primer termino, superar la responsividad, como acción de únicamente responder a la obligación legal de vincularse con las necesidades de la sociedad; Desarrollar la responsabilidad, entendida como hacerse cargo de sus capacidades especificas para aportar soluciones a la vida social; y promover la responsabilización, en tanto capacidad, ejercida anticipadamente y de modo voluntario y acordado con los actores sociales, de rendir cuenta de su actuación y de las posibilidades de una vida mas humana.
Una acción educativa fundada en la responsabilidad ética puede hacer de la Universidad un lugar especial para promover el paso de una sociedad del conocimiento, fundada en el poder, el dominio y la eficacia, a una sociedad del saber, que oriente el conocimiento y la eficacia hacia el desarrollo de estrategias de inclusión, comprensión y equilibrio. De este modo el saber orienta la convivencia como régimen propio de la vida de las sociedades: Convivencia Intercultural, interétnica, interreligiosa y entre ideologías diferentes, para una sociedad plural y democrática. En medio de una realidad conflictiva, siempre es posible impulsar una educación centrada en los valores del respeto, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, para la construcción de una trama valorativa común que, sin reducirse a la supervivencia o a la coexistencia en cuanto niveles mínimos de socialidad, permita la convivencia en la diversidad (Cortina, 2005).
Ética y Convivencia: La construcción de convivencia es una tarea que se nutre de todos los niveles de la existencia humana, desde la corporeidad y la emocionalidad hasta la racionalidad y la espiritualidad. Sin ignorar la complejidad de dimensiones, la ética profundiza en el campo de la racionalidad, dentro del cual aspira a convertirse en el saber que guíe la acción humana. Para que los seres humanos actúen convergentemente de modo racional, es necesario que se preparen a través de una adecuada formación para formular, jerarquizar y ordenar de modo inteligente los valores, metas y objetivos que persigan en sus actuaciones a nivel personal, organizacional y social.
Las organizaciones en las que los seres humanos articulan su actuación para realizar tales valores y metas pueden construir un diseño inteligente que les permita realizar los bienes humanos comunes a través de las mediaciones del conocimiento, la política, la economía (A. Gómez Lobo, 2006). Tales bienes comunes abracan todos los equilibrios necesarios para la vida, desde la ecología hasta la intercultura, pasando por el acceso a los bienes mínimos, a la educación, a la salud y al respeto de los derechos humanos. Tales bienes comunes se articulan, a través de la ciudadanía social y la práctica de la solidaridad, en "el mosaico del bien común" (R. Petrella, 1997), que puede ser abordado en la educación en su doble dimensión de derecho para todos y respeto al contenido concreto para cada uno.
Entonces, con la mirada puesta en la realización de los bienes comunes que apuntan al bien común, las organizaciones educativas pueden desarrollar un proceso de construcción de eticidad, entendido como elaboración progresiva y convergente de un tejido de valores compartidos, por parte de un conjunto de actores intra y extra organizacionales, capaces de orientar el desarrollo de un proyecto de vida (organizacional y social) fundado en la decisión ética de construir valores comunes que apunten a un futuro valioso. Este proceso puede ser permanente en la organización, puesto que sostiene su supervivencia, en el sentido positivo de continuidad de la existencia, ayuda a construir la vida y avanza hacia la vida buena en interacción con el entorno social y ambiental.
En la construcción de eticidad la organización educativa está llamada a revisar y fortalecer, hacia adentro, los valores que se encuentran en su plataforma ética: -misión, visión, valores, código de ética- . De igual modo ella irradia, hacia fuera, -sociedad, entorno, ambiente-, sus convicciones y valores propuestos, se retroalimenta a través de canales de comunicación siempre abiertos y despliega, a través de iniciativas concretas, la invitación a compartir tales valores, a enriquecerlos, a aprender de la diferencia y a buscar la convergencia de perspectivas diversas.
Sobre la Gestión
Ética
En las organizaciones educativas el nivel
decisional de la gerencia conlleva la responsabilidad principal en la
orientación de la actuación organizacional. La organización, entendida como la
comunidad de personas orientada a una finalidad común, requiere de procesos de
discusión, alineación valorativa, formulación de prioridades y asignación de
recursos para el cumplimiento de la misión, la visión y los valores de su
plataforma ética. Para superar el valor solo declarativo de la misma es
determinante la actuación del decidor que es el gerente. El proceso de
alineación de valores puede ser modelado y ajustado mediante una actuación
gerencial que oriente la programación, identificación, preferencia y realización
de las mejores alternativas de acción para alcanzar las metas trazadas. Al
mismo tiempo ello hace posible adoptar y justificar de modo compartido las
decisiones cotidianas relativas a los conflictos que se presentan en la
organización.
Los mecanismos deliberativos previstos para la toma de dediciones en la gestión
ética no desvaloriza en nada la actuación gerencial, sino que la sitúa en el
marco de las tendencias gerenciales más avanzadas. Dicha actuación conlleva
iniciativa y responsabilidad, al mismo tiempo que se apoya y genera acuerdos,
consensos y equilibrios. La gestión ética (Foretica, 2005) implica "crear
y mantener un clima laboral óptimo, en la que las persona que integran la
organización se identifiquen con la misión, visión y valores de esta y
participen en la consecución de los objetivos estratégicos de la
organización".
La gestión ética implica un saber que integra las fases del conocer, valorar,
preferir, actuar y evaluar, en un continuo movimiento en espiral ascendente,
involucrando progresivamente nuevos actores. En el ámbito educativo ello
implica que la gerencia velará y promoverá la calidad de los actores
(directivos, investigadores, docentes), de los procesos (toma de decisiones,
prioridades, recursos), en el marco del concepto actual de "calidad
integrada". Al mismo tiempo la gerencia podrá involucrar y motivar al
personal en el marco de la complejidad, riqueza y pluralidad de sus
capacidades, competencias y posibilidades.
La
gestión Ética en las Universidades
Múltiples orientaciones -epistemológicas, económicas, políticas,
culturales- y múltiples exigencias y demandas atraviesan hoy el espacio de las
organizaciones universitarias. Insertas, de modo importante, en el campo de la
producción de conocimiento nuevo para dar res
puesta a nuevos problemas cada vez más complejos y urgentes. Ubicadas en la
encrucijada del conocimiento productivo y del pensamiento crítico, están
llamadas a señalar los límites dentro de los cuales se puede utilizar de modo
legítimo el enorme poder del conocimiento tecno-científico y a prever y evitar
la s consecuencias de su uso irresponsable. Orientadas, en cuanto a
instituciones abiertas y deliberativas, a favorecer el trabajo en equipo y las
relaciones de corresponsabilidad con otros actores, como empresas y gobierno,
en la gestión y aplicación del conocimiento.
A través de la gestión ética las organizaciones universitarias están llamadas a
evitar que el conocimiento se convierta en instrumento de poder de sectores
económicos o ideológicos, subordinado a una visión simplificadora y reductiva.
Por el contrario, el conocimiento puede orientarse a mejorar la calidad de vida
para todos, por medio de la resolución de problemas, la formulación de
explicaciones que orienten a la sociedad y el aporte para dar sentido al uso de
la tecnociencia en relación con la dignidad de la vida.
Resulta clara la significación moral de la actuación universitaria,
caracterizada como conciencia de la sociedad. Ella incide en la sociedad, en
las expectativas y en la defensa de los derechos, en la promoción de criterios
y normas sociales valiosas para la convivencia, en la condición de agentes
críticos de sus integrantes, docentes, investigadores, estudiantes.
Profesionales, empresarios, artistas, gobiernos, se relacionan entre si gracias
a iniciativas universitarias. Igualmente, situaciones conflictivas de la
sociedad pueden recibir una importante orientación -técnica, científica y
ética- de las universidades a través del abordaje racional y comunicativo y del
modelaje ético.
Virtudes
y Gestión Ética
La gestión ética en las universidades recibe un valioso fundamente con
el recurso a un núcleo básico de conductas consideradas deseables para el ser
humano, individual y social, en cuanto virtudes, excelencias o disposiciones
activas de los agentes morales. Desde una reflexión contemporánea que recoge
críticamente el legado de la ética de Aristóteles en lo que ella tiene de ética
de la convivencia, cabe considerar a la prudencia, la justicia, la fortaleza y
la templanza como importante bases para la toma de decisiones en las
universidades.
Prudencia
En cuanto virtud intelectual y moral, perfecciona la actividad decisional
fundada en la razón. A través de la razón práctica, que guía el obrar, se
cumple la comprensión y valoración de los fines, las posibilidades de actuación
y la relación con acciones anteriores. La prudencia determina la valoración del
fin buscado, establece los medios y las vías para alcanzarlo y obra en concreto
en esa dirección. Las decisiones de la vida universitaria son siempre concretas
y contextuales y suponen un conocimiento y una valoración para lo que es
indispensable la prudencia, ya que tales decisiones afectarán a los miembros de
organización y a la comunidad. La prudencia es fundamento de la responsabilidad
y de la coherencia en la actuación universitaria.
Justicia
La justicia posee la capacidad de orientar, autorregular y regular la
actuación de quien decide. Es sinónimo de rectitud moral, cumplimiento de lo
debido y reconocimiento al derecho del otro. Es la disposición estable y
permanente de obrar bien, de obrar según un bien comunicativamente acordado,
por lo que hace justos sus resultados como expresión de dicho bien. La justicia
compromete la voluntad de obrar rectamente. Los tres tipos habituales de
justicia: Legal, conmutativa y distributiva, ayudan a orientar la actuación
universitaria. La primera ordena la actuación de los miembros de la universidad
hacia el bien común. La segunda incide en el cumplimiento de procesos de
negociación y contrato para el otorgamiento de lo acordado. Y la tercera, que
regula el reparto de lo que pertenece a una comunidad: Beneficios (cargos,
ubicación, remuneración) ó cargas (responsabilidad, obligación tributo)
ejercidas con prudencia, permite contemplar las capacidades, meritos y necesidades
de cada uno de los miembros de la universidad.
Fortaleza
Es la virtud que permite al miembro de la comunidad universitaria, en tanto
agente moral, perseverar en la consecución de fines y medios considerados
justos, aun
si con ellos asume riesgos o perjuicios reales o posibles que puedan
comprometer su poder, su reconocimiento social o sus bienes. Es la firmeza en
la prosecución de los fines morales que permiten superar la angustia o el
temor, y por lo tanto es lo contrario a la cobardía. Está ligada a la reflexión
racional y a la prudencia y difiere de la temeridad irreflexiva. La firmeza se
muestra hoy principalmente en el valor cívico, en la defensa activa de lo
justo, moral y legal, e impulsa consecuencias en lo económico y en lo social.
Templanza
Es la virtud de la ponderación racional, contrapuesta a la ambición
desmedida o a la afectividad impulsiva. Esta virtud permite conocer las propias
posibilidades y limitaciones y alcanzar excelencia en la realización de la
mejor de las posibilidades existentes. Orienta las fuerzas y tendencias al
mantenimiento de la vida, convierte los comportamientos organizacionales
guiados solamente por la eficacia, en conductas de la organización orientadas
por valores. Trasciende lo meramente inmediato, revaloriza al proyecto de vida
de la organización y establece el orden razonable para su realización. La
templanza es capacidad de reflexión, capacidad comunicativa y de lograr
acuerdos fuerza para visualizar proyectos valiosos y visión para insertar lo
inmediato en el proceso de actuación cultural.
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ResponderEliminarHola muy buen contenido aunque le falta información para poder hacer la cita bibliográfica
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